Esta renovación me llevó a recordar mi única temporada de carreras en 2018 y a comparar esa experiencia con las horas que he pasado en juegos de simulación. Mi pasión por los deportes de motor se originó en los videojuegos. Desde pequeño, veía carreras y luego buscaba juegos que replicaran esos coches y circuitos.
- Mi primer carruaje: Competí con un Ginetta G40 en una serie para principiantes. Con solo 135 caballos de fuerza y sin asistentes, el coche me permitió aprender mucho.
- Sim Racing vs. Carreras Reales: Tenía miedo de que las carreras me arruinaran la simulación, pero, por el contrario, logré valorar cuánto se asemejan los simuladores a la realidad en dinámica y competición.
Una de las grandes ventajas del sim racing es que te ayuda a aprender circuitos nuevos. Aunque no había competido en Snetterton desde el juego TOCA Touring Cars 2, pude familiarizarme con el trazado en iRacing y obtener mi mejor resultado de la temporada: un séptimo lugar.
Por desgracia, mi retorno a las pistas se ve complicado, ya que las competiciones de Ginetta ahora utilizan el G56 GTA, que cuesta alrededor de £100,000, una suma fuera de mi alcance. Sin embargo, puedo seguir disfrutando de la experiencia al volante del G40 en juegos como Forza Motorsport y Automobilista 2.
Resumen: Este artículo explora la conexión entre el sim racing y la experiencia real en carreras, destacando cómo las simulaciones pueden mejorar las habilidades de los pilotos. A través de una experiencia personal, se analizan los beneficios de los videojuegos en la preparación para competencias y se comentan los retos financieros que enfrenta el autor para volver a correr.