- Inicio de las Aventuras: Keith comenzó su viaje con una caminata en el Appalachian Trail a los 19 años, aventurándose hasta las Islas Feroe.
- Kilómetros Recorridos: Hasta ahora, ha recorrido casi 19,000 millas atravesando 18 países.
Keith comparte: “El mundo es más accesible de lo que pensamos. Conocer culturas en un muscle car es una experiencia única y fascinante para los locales”.
- Pasión por los Clásicos: Su auto soñado es un Charger de los 70. Aunque el Challenger no es el más veloz, tiene un encanto especial que lo hace destacar.
- Viabilidad del Viaje: “Conducir me ha servido como un respiro en mi vida laboral”, dice Sinclair.
- Sencillas Mejoras: Ha añadido un gancho de remolque y un techo portaequipajes. Sin embargo, estas modificaciones han impactado la distancia al suelo, complicando su paso por Albania y Turquía.
- Planes Futuros: Keith planea instalar un kit de elevación y neumáticos más grandes para mejorar su experiencia en el camino.
Keith tardó cinco meses y medio en llegar de Le Havre a Almaty. Su filosofía es viajar de manera espontánea, disfrutando de cada aventura.
- Desafíos en el Camino: La Pamir Highway puso a prueba su Challenger. “El cruce fue memorable; me brindó experiencias únicas”, reflexiona.
A mitad de camino, sufrió una avería en el embrague. Con ayuda local, logró reparar su auto utilizando discos de un Lada ruso, una solución creativa, pero efectiva.
Pronto regresará a Almaty para preparar la segunda parte de su viaje, que espera completar en 18 meses. Entre sus planes están explorar Uzbekistán y continuar su trayecto a través de Asia, culminando su aventura en Tokio.
Keith destaca que esta experiencia le ha enseñado sobre resiliencia y conexión con su auto, sintiendo que el Challenger se ha convertido en una extensión de sí mismo.
Resumen: Keith Sinclair está llevando a cabo un ambicioso viaje alrededor del mundo en un Dodge Challenger, superando desafíos y descubriendo diversas culturas. Con una mezcla de pasión por la vida al aire libre y amor por los autos, su aventura es una prueba de que el espíritu viajero no tiene límites, incluso en un muscle car.